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A la temprana edad de 8 meses comencé mis estudios en música e improvisación, abriendo las puertas de los armarios de la cocina, y aporreando sartenes, cacerolas y todo lo que caía en mis manos. En la más tierna adolescencia, tras años de correrías, empecé a flirtear seriamente con la nevera, y a prepararme meriendas creativas con lo que en ella encontraba, para disgusto de mi madre, a quien tenía que explicar por qué había hecho ese desfalco en los víveres familiares. Así empezaron dos tendencias en mi carrera: la improvisación y la fundamentación.De esta última di buena cuenta durante mis años de estudios universitarios, tras los cuales logré una licenciatura en filosofía, y el gusto por pensar, incluso en situaciones poco decorosas.La primera, la improvisación, la desarrollé paralelamente en dos vías: proyectos gastronómicos, llegando a adquirir la maestría en el oficio de repostería (hoy en día una de mis ocupaciones es formar a jóvenes reposteros), mientras desarrollaba una inusitada habilidad para transformar los restos que se acumulaban en las neveras de mis amigos en delicias comestibles, y hasta saludables; y proyectos musicales, después de diversas trans-formaciones en percusión de Gana, samba brasileña, guitarra senegalesa, piano apátrida, bajo y contrabajo del submundo, y flauta traviesa, siendo miembro fundador del grupo de improvisación musical bohemiofactorië, con el que seguimos explorando lo sonoro desde hace 6 años.Y en la actualidad, y tras conocer el mundo de la danza en mis propios huesos, mis pasos se han encaminado a explorar el cuerpo desde las visiones transversales del contact, el butoh, y el tai chi, y a acompañar musicalmente a bailarines (oriental) y grupos de danza (contact, improvisación), siendo miembro de la compañía OMOSUNO.